Esa mirada nerviosa al cielo emborronado. El gesto pueril de una mano buscando entrelazarse con otra conocida. El sonido de unos pasos que avanzan, de una sonrisa que inunda el patio de una vieja finca mallorquina.
Las miradas se encuentran. Sopla la brisa fresca de una tarde de verano. Un beso.
Unos trajes que se secan, y tendidos bajo el sol del invierno, hablan de los momentos vividos.
Un mar de pétalos. Dos niños pescan estrellas. Una noche eterna y un día infinito. Las montañas sonríen y la luna se llena.
Y todos se abrazan y se ríen contemplando a dos niños bailando solos.
Llueve confeti de colores.
Eso es magia.
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Nathalia
Acabamos de llegar de quncie dedas de fredo y turismo por el centro de Europa; tenedamos mono de ver ime1genes de la boda. Poder ver todo lo que pasf3, por lo menos hasta que empezamos a comer nos ha llenado de calor de nuevo y nos ha vuelto a emocionar como el deda D en que lo vimos junto con todos los que nos acompaf1aron en un deda tan importante. Muchas gracias por hacer que los grandes momentos de una pareja queden en la memoria para siempre Fede y Mareda